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LA BANALIDAD ES EL TALENTO DE LA GENTE INTELIGENTE

domingo, 24 de octubre de 2010



Hace poco hice un sondeo de los escritores que más me gustan; la mayoría en sus entrevistas recomiendan como lectura fantástica La Biblia, y como siempre voy para donde va Vicente sin incomodidades, hice caso y la empecé a leer. No suelo hacer varias lecturas al tiempo, pero esta vez se me ocurrió que podía leer varios géneros de una manera paralela e incluso mezclarlos, interrogarme sobre la lectura hecha de un libro mientras leo otro, y de esa forma puedo tomarme la lección. Es así como terminé leyendo La Historia del Arte de Gombrich, El libro Blanco de la Sabiduría de Ruíz de Amadís y La Biblia, todos ellos iguales e incomprensiblemente distantes. Ahora bien, cuento lo anterior porque los autores y los personajes de aquellos libros son tan escuetos y tan “normales”, que empecé a cuestionarme algunos hábitos y otros gustos. Después de protestar contra mi álter ego, antes de mi cumpleaños número 29, vi otra luz entre la cantidad indeterminada de luces que prende la vida y me reconcilié con mi racionalidad.

He tratado de no ser radical, intento comprender, más que soportar, todos los géneros artísticos, musicales y literarios; todos los estilos, la moda, las tendencias, las excusas, los milagros, las religiones, las discordias, los amores y los egos; he intentado ser como todos son, para luego no ser lo que todos odian de la humanidad, por eso disfruto cada cosa estúpida que se cruce por mi tiempo, cada baile extravagante, cada sonido tropical aunque esté lejos de mi cotidiana tranquilidad musical. Bajo mis gustos certeros e implacables también hay lugar para lo común, para lo tonto, para lo superfluo, para lo divertido y para lo popular, en otras palabras, para lo finamente criticado por los egocentristas.

Esta semana, como ninguna otra semana, mi tiempo estuvo dosificado para múltiples actividades y nunca hubo inconvenientes intelectuales, cognitivos o como quiera que sea; el lunes puedo dar lugar a las lecturas simbólicas y densas de La Biblia, el martes acompaño mis lecciones de historia del arte con un buen chocolate caliente y tostadas, el miércoles puedo ver “Protagonistas de Nuestra Tele” y aprender tanto de los humanos, como cuando se va a un zoológico a observar el comportamiento de los animales en cautiverio, el jueves puedo conectarme a internet y pasar horas completas en Facebook y en Twitter, viendo como todo es indiscriminadamente criticado, como si tales críticas vinieran de los seres más sabios y evolucionados del mundo; el viernes paso, repaso, pienso y repienso mi amada filosofía y si me invitan a bailar salsa y reggaeton no me niego, pues cuando quiero liberar tensiones hay dos actividades muy útiles: bailar o ver películas de miedo; el sábado sin duda es un día para amar, para jugar a la conquista y a los mimos, es un día de abrazos, de besos, de caricias simples y complejas, además me río sin vergüenza con “Sábados Felices” y quedo lista para un domingo jurídico, atiborrado de leyes y decretos; el domingo juego a salvar el mundo sola, sin jurados de conciencia ni jueces, y vuelve a empezar la semana con otras sorpresas, otros modos, otros tontos tiempos y otras diversiones ridículas.

Nada de lo anterior me hace ni mejor ni peor persona, pero si me hace muy feliz saberme simple, inquieta, común o tal vez elemental. No son ciertos libros o determinadas cosas inteligentes, elaboradas o pensadas las que moldean la inteligencia, creo que es la experiencia de la vida, la multitud, la comprensión de esa multitud, las sombras detrás de uno mismo, la banalidad pensada y prudente, la sensibilidad, la ridiculez, la diversión, todas ellas colectivas. Esta Modernidad Liquida, que nos describe Zigmunt Bauman, es también parte del mundo, es la historia edificada minuto tras minuto, y como seres pensantes somos parte de ella, somos su piel y su motor, rechazarla o criticarla por vicio, nos hace su propio cáncer. Somos inteligentes cuando disfrutamos nuestra propia torpeza intelectual, en esa medida, creernos más sabios por estar lejos de lo colectivo, de lo común o de lo intrascendente, es un error craso, pues los rebeldes sin causa ya le sobraron al mundo.

Laura Sanz

2 comentarios to LA BANALIDAD ES EL TALENTO DE LA GENTE INTELIGENTE:

LAURA MARCELA SANZ dijo...

Hola,

Muchas gracias por visitar mi blog y por tenerme en cuenta para dicha invitación, estoy de acuerdo, me gustaría saber más acerca del directorio, como por ejemplo si hay algunas condiciones o si simplemente se requiere de mi consentimiento.

Muchas gracias de nuevo

Laura

Susana dijo...

Laura, te felicito: me encantó este post.

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