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Pink Floyd - Brain Damage (Subtitulada)

domingo, 21 de noviembre de 2010

ACV



Nos hemos pasado la vida entera, con todas sus guerras santas y sus inquisiciones intentando definir la muerte, intentando comprender su misteriosa forma de dolor. Los periodistas hacen crónicas, la ley se inventó una forma para que los abogados pudieran dar continuidad al patrimonio de una persona después de muerta e incluso se inventó la figura de la Muerte presunta por desaparición forzada, para esos momentos específicos en los que no se puede distinguir entre la vida en otro lugar y la falta de vida; los médicos la tocan, la padecen, la demoran, la engañan, la sobreviven, la pueden diagnosticar y finalmente la informan, pero tampoco la entienden. Los filósofos especulan entre la trascendencia, la intuición, la reencarnación, el devenir, la oscuridad y el existencialismo y termina siendo lo que siempre ha sido. La Muerte, un fenómeno indescriptible. Es tan inapropiada para las emociones que incluso se definen orgasmos como pequeñas muertes para poder categorizar de una manera concreta el gran momento de una relación sexual.

La muerte es eso y nada, es todo y se lo lleva todo, se lleva la juventud, la fraternidad, la compañía, el amor, las palabras y sólo deja rabia y vacío. Que innecesario parece prepararse para la vida, cuando la muerte en realidad nos reprueba de vez en vez, sin requisitos.

Nos dejan muy claro que el conocimiento se genera por procesos cerebrales y que entre más entrenado esté el coeficiente intelectual más vida para la memoria habrá, pero que paradójico saber que de ese mismo cerebro, del que se despliegan todas las discusiones sobre la muerte, ha surgido la causa de la misma, una causa que se derrama, se riega como agua entre canales, se dispersa y va anestesiando todos los signos vitales con la naturalidad del cuerpo. Se derraman los recuerdos y se borra la vida.

No podemos aún comprender el anómalo sentido de la muerte, pero si de darle forma se trata, hay rituales que logran marcar un día especial y único, así como el nacimiento. Morir es pausar el juego de la vida un rato, pausarlo para tomar té con algunos amigos, para afeitarse la barba o abrigarse un poco mientras pasa la lluvia, para hacer algunas llamadas y algunas oraciones retrasadas.

Pienso ahora en dos seres de luz que, aunque muy distantes, compartían algunos placeres de humo, de música, de juventud y de sosiego. El más joven ya se hizo a la mar este fin de semana y muy seguramente se está deleitando con la presencia de Richard Wright o de Syd Barrett mientras sonríe; el segundo no se ha ido, se aferra con toda su Fuerza Natural a un secreto.

Ambos me dejan una lección de Fortaleza.

Q.E.P.D. Felip


Laura Sanz

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