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EL AMOR COMO PASIÓN PRIMERA Y ESENCIAL (Capítulo tomado de Trabajo de Grado)

jueves, 2 de septiembre de 2010

Por: Laura Sanz

“Un día, o tal vez una noche, varias decenas de milenios antes de nuestra era, se realizó un gesto, se dijo una palabra, nació un sentimiento… Sin duda, hay que ir a buscar muy lejos en nuestro pasado el despertar de lo que más tarde se llamaría el “amor”… ¿Puede encontrarse la huella en los trozos de esqueletos, los fragmentos de alfarería, los restos de adornos, los dibujos y grabados, únicos vestigios que nos legaron esos tiempos remotos? Para quien sabe interpretarlos, los fósiles pueden revelar más de un secreto: el amor, dicen, es lo propio del hombre, y realmente somos nosotros, los de Cro – Magnon de cerebro complicado, quienes los inventamos. En la noche de los tiempos también había un corazón. La gente se amaba tanto como ahora, tal vez incluso con más libertad, si no con más felicidad” . (1)

Es pertinente comenzar retomando el estudio etimológico del capítulo anterior, que recuerda la raíz etimológica de la palabra amor, viene de la relación que primitivamente se le dio a la madre y a la criatura y el ejercicio de amamantar y, no lejos de la realidad, los primeros vestigios de apego se vieron en las comunidades primitivas cuando enterraban a las madres con sus bebés en brazos adornadas de rituales. En consecuencia, la palabra amor viene de la raíz amma, que se relaciona con la actividad de la madre cuando da de mamar a su hijo. “La raíz *am dará lugar a palabras como amar o amor entre nosotros, ya que se proyecta, en espejo, en la raíz *ma” (2), eso podría explicar por qué algunas veces, la imagen de Eros, el dios griego del amor, es un niño, de cualquier forma, la palabra amor indica lazos, apego, afecto, adhesión, y en sus raíces siempre se pone de antemano un primer momento de encuentro entre dos seres, la madre y el hijo, y luego hay un desprendimiento que nos permite amar en la humanidad misma, cuando ya hemos sido amamantados por la experiencia.

Muchas veces el amor ha sido expresión, tema, inspiración de la poesía, otras veces, se explica desde el mal de la modernidad y, finalmente, termina siendo el riesgo de una pasión inexplicable y vivaz que atrapa hasta el punto de ridiculizar lo que antes se racionalizaba. Para José Ortega y Gasset el amor no es el amorío como tal, pues eso ha hecho la historia, hablar sólo de romances, el amor, se debe desligar del deseo, pues no es sólo eso, aunque se perfecciona con la obtención del objeto deseado, pero a veces lo que se desea no se ama. Esta distinción la hace antes de enfrentarse a la definición de la palabra y el sentimiento, como momentos de absoluta entrega y acción, además, considera que el tema es mucho más profundo, en tanto que no sólo se habla de un sentimiento que surge entre hombres y mujeres, es, como lo decía Dante, algo que mueve el sol y las otras estrellas.

“No solo ama el hombre a la mujer y la mujer al hombre, sino que amamos el arte o la ciencia, ama la madre al hijo, y el hombre religioso ama a Dios. La ingente variedad y distancia entre esos objetos donde el amor se inserta, nos hará cautos para no considerar como esenciales al amor atributos y condiciones que más bien proceden de los diversos objetos que pueden ser amados” . (3)

Aún así, sabiendo que el amor surge de algo que se desea, es siempre una insatisfacción que lleva al recelo y al sufrimiento de la pérdida constante. Se ama lo que se desea, se obtiene y se pierde en la permanencia, nunca nada es tan inconstante como el amor y quien se arriesga, está sujeto al desasosiego y a la fatiga. “En el acto amoroso, la persona sale fuera de sí: es tal vez el máximo ensayo que la naturaleza hace para que cada cual salga de sí mismo hacia otra cosa. No ella hacia mí, sino yo gravito hacia ella”(4); y en la exteriorización, en esa salida hacia otra cosa que no soy yo, descubro que tampoco es el otro porque nunca se alcanza.

Se sale a la infinita escena de la incertidumbre para no alcanzar más que vacío, y si yo salgo de mí y el otro sale de sí mismo, no hay más que un amor idealizado que no acaba con el conflicto. “En el amor “yo” ha sido otro”(5); hay según Julia Kristeva, un estado de inestabilidad, “El individuo deja de ser indivisible y acepta perderse en el otro, para el otro”(6). Todos coinciden de una forma acertada, que el amor es siempre un ejercicio de búsqueda y entrega fuera de sí mismo, y es el amor un estado en el que el ser se extravía fuera del sentir, del cuerpo, de la mente, para buscar necesariamente al otro en una pasividad que es agresiva siempre.

Surge entonces la pregunta obligada para todo enamorado, ¿son dos?, ¿es uno para el otro?, ¿es uno en sí mismo?, ¿es el otro en uno?, ¿son los dos fuera de sí mismos? El único privilegio que da el amor es el de ser extraordinarios, ser otros distintos a los comunes para abordar la conquista. No hay formas más perfectas de la huida que las que surgen del amor, se huye del cuerpo para amar al otro en una sensación como de aire, el amor es aire que no se ve, no se atrapa y te deja respirar pero ahoga cuando lo quieres todo, por ese querer escapar de uno mismo. Los síntomas del amor son parecidos a los del miedo, y nadie podría negar que ese miedo viene de nuestras precarias formas de amar.

“En el amar abandonamos la quietud y asiento dentro de nosotros, y emigramos virtualmente hacia el objeto. Y ese constante estar emigrando es estar amando”(7). Estarse yendo, esperar que el otro regrese, buscar, nunca encontrar; esas son las formas del amor, y como formas son constantes y exclusivas de quien ama.

De otro lado, ¿es esa incertidumbre del amor permanente en el tiempo y el espacio?, ¿se ama efímeramente todo lo que aparece al camino y se deja sin respuesta para amar lo siguiente?, la respuesta es simple: No. El acto de amar está lejos del acto de la voluntad y del acto del pensar, así que imaginar una duración del efecto no tiene sentido, pues no es amor real, el amor se prolonga en el tiempo, “no se ama en serie de instantes súbitos, de puntos que se encienden y apagan como la chispa de la magneto, sino que se está amando lo amado con continuidad”(8).

No obstante esta afirmación, aparece Zygmunt Bauman a plantear una forma de Amor Líquido, donde nada permanece, y la destreza amorosa se convierte en un “desaprendizaje del amor, una “incapacidad” aprendida de amar”, si antes no se aprendieron las formas de amar al otro, ahora, en la modernidad, mucho menos, pues se corre en el cansancio para ser, construir, informar; se vive para los sistemas informáticos y para actualizar las mentes virtuales en pro de sociedades tecnológicas más avanzadas y más competentes al medio pero el “yo" que ama, que puede recorrer instantes alargados para alcanzar al otro sin lograrlo, no tiene tiempo porque si descuida su sistema, colapsa el mundo.

“La moderna razón líquida ve opresión en los compromisos duraderos; los vínculos durables despiertan su sospecha de una dependencia paralizante… para la moderna racionalidad líquida de consumo, no existen ni necesidad ni uso que justifiquen su existencia. Las ataduras y los lazos “vuelven” impuras las relaciones humanas, tal y como sucedería con cualquier acto de consumo que proporcione satisfacción instantánea así como el vencimiento instantáneo del objeto consumido” (9).

Se ha vuelto entonces la permanencia del amor, según Bauman, un encuentro sexual, que engañosamente es más práctico y menos hiriente para las pasiones humanas, y tiene este encuentro sexual, una duración breve que no compromete al otro en su búsqueda, pero, no ha visto Bauman tal vez, que en la unión sexual también hay un compromiso que resume la caricia, la caricia le quita al otro un poco de sí mismo, insistentemente le roba la capacidad de sentir. Una caricia recoge como el agua las sensaciones de la piel, ésta congela la palabra en el otro, en el ser pasivo que se vuelve deseo, reconcilia al amante en la espera. La caricia tiene un cuerpo que le pertenece, que ha robado al tacto, un cuerpo que se posee y delimita como territorio ajeno. Acariciar al otro es construir una zona de promesas, un momento de olvido permanente.

“Cuando pienso en tus caricias, me pienso en ti, siendo “tú” y “tú” siendo “yo” sin extraviarnos. No hay forma de olvidar lo que se acaricia… no hay forma porque la caricia no tiene memoria, solo experimenta, solo siente, solo dibuja y borra al otro. Te acaricio y soy en tus manos la caricia que responde al contacto… pero tus caricias solo son huellas que otros amantes buscarán al sospecharte”(10).


Aún siendo la unión sexual una relación efímera, líquida, que se escapa de los lazos del amor, conserva un elemento muy romántico todavía que es la caricia, “en lugar de ser la caricia lo sexual en lo no sexual, es lo no sexual en lo sexual: tal es la proposición que presentaría como central y capital de una filosofía de la caricia”(11). Esta muestra de intimidad, es una muestra de amor inequívoco y está fuera de la comprobación, pues como ya dijimos, las pasiones son solitarias e incomunicables, y, por supuesto, no hay nada más adecuado a esa afirmación que el amor mismo. La caricia, es tal vez, el lenguaje del amor, y es un lenguaje directo que no da lugar a la duda, pero sí al asombro. Cuando el amor, en su búsqueda, permite la caricia, abre camino también a un momento de encuentro con el otro, es la parada del descanso, de buscarse siempre y no encontrarse, pero descansar de la búsqueda mientras te acaricio, hay de nuevo una relación de la pasión y el cuerpo, de la pasión y el lenguaje. Hay de todas formas, una búsqueda inagotable de comunicar lo que se siente, así la modernidad nos alcance en la intimidad.

“La caricia es gesto – palabra que franquea el horizonte o la distancia de la intimidad consigo. El gesto del que acaricia es don de conciencia, don de intención, don de palabra dirigida a la presencia concreta del otro”(12). “La caricia en cierto sentido expresa el amor, pero padece una incapacidad de decirlo”(13), y esto podría llevarnos a una respuesta desde el erotismo, el erotismo como una liberación del amor, el erotismo entendido como un derivado de la palabra amor, que además hace referencia a la sensualidad como un conjunto de manifestaciones sexuales y fantasías que seducen al otro y acentúan la atracción. George Bataille, deja muy claro el concepto al remitirlo a una experiencia interior y no exterior como suele creerse en la búsqueda de objeto del deseo, y nada tiene que ver con un referente sexual o carnal para detallarlo más concretamente.

El erotismo así pensado, es una reflexión hacia el otro en su desnudez, percatarse de su existencia amorosa, es en palabras de Bataille “Lo que en la conciencia del hombre pone en cuestión al ser”(14), y regresamos en palabras a lo que se ha dicho de vivir las pasiones en sí mismas como una reflexión del ser, de lo que sólo puede sentir él en su padecer, y es así que la caricia se convierte en la herramienta de esa liberación del erotismo que trae como resultado el amor. El erotismo, en otras palabras, materializa la pasión del amor en el cuerpo, a través de la caricia.

En palabras de Bataille, el erotismo es perderse en uno mismo, es una experiencia interior y, en ese perderse, el sujeto emprende una búsqueda del otro, que también está perdido, así el amor, es una pasión que sucumbe al amor mismo, se ama al amor, no al sujeto, porque nunca se encuentra para amarlo, y paradójicamente la separación de los amantes tiene causas equivocadas, no se separan por falta de amor, o por incompatibilidad, se separan porque sus pasiones son insoportables y, algo más, uno no se separa de lo que nunca ha encontrado, “la separación de los amantes es así el resultado de su pasión misma, y del amor que sienten por su pasión más que por su satisfacción o por su objeto vivo” (15).

El amor es pues, una manifestación que da a los seres el atributo de ser extraordinarios y únicos en su sexualidad, los purifica, los transforma, los muta en sensualidad, los perfecciona en caricias. El amor es un déjá vú de pasiones, el amor da rabia, miedo, tristeza y alegría, no sólo es búsqueda, sino que también se configura en una actividad de entrega, de renunciar a algo, y entregarlo, lo que se entrega es el amor que se produce como secreción de las pasiones mismas. La misión del que ama consiste en obligar al otro a revelar su secreto, el secreto del lugar donde se esconde.

A la búsqueda infinita propia del amor se le opone Erich Fromm en su libro “El Arte de Amar” citando un fragmento del poeta y místico musulmán Rumi: “Nunca el amante busca sin ser buscado por su amada”(16), pero eso derrotaría de entrada los fracasos que se tienen en el cortejo y sería correcto decir que se ama lo que ya se dispone a amar, pero no es así, algunas veces, y ese enorme vacío no sería la causa de múltiples teorías y poemas que denotan una imposibilidad de acuerdo entre los amantes.

Pero, después de todo, surge algo, es posible que la búsqueda siempre fracase, que el otro nunca se encuentre, que nunca esté al alcance, que nunca se presienta, que nunca lo encontremos cerca porque al amarlo, nos apropiemos de él y seamos uno solo, es por eso que en el amor, el ser amado siempre está perdido afuera, porque no está afuera realmente, está adentro del ser que ama, es decir, en el ejercicio del amar, no son dos, es uno, y, en ese orden, siguiendo a Bataille, el amor no es más que una experiencia erótica, una experiencia interna.

“…Percibo al otro y me alieno en él o en ella, a menos que no me aliene en mí: no respeto la percepción, suprimo el dos. Esa reducción del dos al uno somete la percepción al simple sentir”(17), por eso cuando los amantes se lastiman, se reprochan sus defectos, y es que cuando uno vive en el otro como ser que ama, no soporta comerse sus defectos. Hay, en contraposición, otras posturas como la del 3, en el amor hay 3 sujetos, tú, yo, y lo que somos tú y yo juntos, como sea no hay una forma de encontrarse en la presencia.

Todo lo anterior es el resultado de un error común que cometemos en nuestras tradicionales formas de amar, el error consiste, como se mencionó atrás, en la idealización del amor, si tal vez no se amara la idea del amor sino al sujeto como tal, no serían momentos efímeros, no se definiría el arte de amar como la entrega o la renuncia de uno mismo y la reafirmación hacia el otro. Cuando se idealiza el amor, es más agresiva la búsqueda, porque se hace desde una definición que escapa a lo imperfecto, por el contrario, cuando se humaniza, fuera de amarse al otro en sus cualidades, se ama también su forma de errar porque los errores inevitablemente apasionan las formas de amar y se intensifican.

En una era moderna, donde la incomunicación es la que nos abre las puertas a la construcción de diálogos tardíos para sabernos comprendidos, no es conveniente amarnos desde la idea platónica del amor, hay que humanizarla, amar el error, el defecto, la impaciencia del otro, sólo de esa forma podremos percibirnos como Homo Sapiens amos(18) del amor.

Hemos sido definidos como animales que se diferencian de los otros por el lenguaje, pero, además, nos diferencia de los otros el ser capaces de amar y expresar cada una de las pasiones del amor en una caricia, en un grito, en el llanto, en la risa. Somos capaces de construir enunciados verdaderos sólo para demostrarle al otro que no hay duda y que no hay incertidumbre, ¡que se quede!, somos capaces de pasar del amor sólido al amor líquido para desfragmentarnos y descubrirnos en la soledad y luego desear amar de nuevo.

Hemos pasado a través de los tiempos por el instinto, por el apego, por la posesión, por la infidelidad, por el castigo, por la ceremonia, por el descubrimiento del placer, por el sentimiento, por el cortejo y por la liberación, cada uno de esos aspectos marcado por una época, desde la primitiva, pasando por la medieval y la romana y concluyendo en el ahora, que nos devuelve a la pregunta ¿por qué amamos?: Amamos porque somos pasión que libera el cuerpo en forma de erotismo.

El amor ahora parece una vanguardia , se refiere a modas, a formas colectivas de conquista, y a reivindicaciones de género, por verse atrapados en una necesidad hermética de estar enamorados y es así como hemos vuelto líquidas las caricias, los besos, la proximidad, “Desesperados por “relacionarse”. Sin embargo, desconfían todo el tiempo del “estar relacionados” y particularmente de estar relacionados, “para siempre”, por no hablar de “eternamente”(19). Pero el permanecer juntos no es el problema, el problema es que no haya lenguaje que nos defina juntos, que nos haga permanecer en el tiempo sin hastiarnos, ese lenguaje del amor es la caricia, de la raíz carizze, que significa rozar al otro para mostrarle cariño, bien lo dice Octavio Paz, “para el amante el cuerpo deseado es alma; por esto le habla con un lenguaje más allá del lenguaje pero que es perfectamente comprensible no con la razón, sino con el cuerpo, con la piel”(20). Cuando acaricio al otro, no sólo le hago saber que lo siento y lo percibo, lo que me hace amarlo, sino que intento memorizarlo para buscarlo de nuevo cuando salga de sí mismo hacia afuera, tal vez hacia mí:



Que yo siempre amé...

Que yo siempre amé
yo te traigo la prueba
que hasta que amé
yo nunca viví -bastante-

que yo amaré siempre
te lo discutiré
que amor es vida
y vida inmortalidad

esto -si lo dudas- querido,
entonces yo no tengo
nada que mostrar
salvo el calvario.


Emily Dickinson



NOTAS:

2. BORDELOIS, Ivonne. Etimología de las Pasiones. Ed. Los libros del Zorzal, 2006. Buenos Aires, Argentina. Pp. 87

3. ORTEGA Y GASSET, José. Estudios sobre el Amor. Ed. Edaf. España, 2000. Pp. 56

4. Ibídem. Pp. 58

5. KRISTEVA, Julia. Historias de Amor. Ed. Siglo Veintiuno. México, 1983. Pp. 4

6. ORTEGA Y GASSET, José. Estudios sobre el Amor. Ed. Edaf. España, 2000. Pp. 61

7. Ibídem. Pp. 61

8. BAUMAN, Zygmunt. Amor Líquido. Ed. Fondo de Cultura Económica. México, 2007. Pp. 20

9. Ibídem. Pp. 70

10. Poema Caricia Fem Laura Marcela Sanz

11. GAOS, José. La Filosofía de la Filosofía. Ed. Crítica. Barcelona, España, 1989. Pp. 133

12. IRIGARAY, Luce. Ser dos. Ed. Paidós. Argentina, 1998. Pp. 37

13. Citado en: IRIGARAY, Luce. Ser dos. Ed. Paidós. Argentina, 1998. Pp. 36

14. BATAILLE, George. El Erotismo. Tusquets Editores. Barcelona, España, 2007. Pp. 33

15. ROUGEMONT, Denis de. Amor y Occidente. Ed. Cien del Mundo. México, 2001. Pp. 42

16. Citado en: FROMM, Erich. El Arte de Amar. Ed. Paidós. Buenos Aires, 1974. Pp. 47.

17. IRIGARAY, Luce. Ser dos. Ed. Paidós. Argentina, 1998.

18. Concepto usado por Dominique Simonnet en La más bella historia del Amor, refiriéndose al amor como una moda del placer.

19. BAUMAN, Zygmunt. Amor Líquido. Ed. Fondo de Cultura Económica. México, 2007. Pp. 8

20. PAZ, Octavio. La llama Doble. Ed. Seix Barral. Colombia, 1993. Pp. 129

21. IMAGEN [(Mariana Palova (b. 1990, Mexico)"Bigamia", 2007 Arte Digital (Fotomanipulacion)]

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